Especial "Cultura y Comunicación"
Por Tanius KaramNúmero 47
Tal vez lo primero que llame la atención de este número es lo general de su término. Decir “Cultura y Comunicación” forma ya un lugar que remite, en el mejor de los casos, a un todo indiferenciado donde casi es imposible distinguir donde no pueda haber algo vinculado, directa o indirectamente, a estos dos grandes temas para las ciencias sociales y las humanidades.
El binomio cultural-comunicación como tal, aparece casi desde el inicio de la institucionalización del campo académico, pero es probablemente con el diálogo entre la comunicación y los estudios culturales (y estudios sobre la cultura), cuando el tema adquiere centralidad y relevancia, aparecen las revistas, las redes y se multiplican los artículos en las revistas. Con la llegada de los estudios sobre la cultura (principalmente vía la tradición anglosajona de los Cultural Studies) el tema toma relevancia, se flexibiliza y con esa misma libertad (para bien y para mal) se multiplica.
Giménez (2003: 56 y ss.) ha ensayado un estado un poco más amplio de lo que ahora el equívoco nombre de “análisis cultural” concita, sin que en ocasiones se haga el mediana esfuerzo por aclarar, explicitar genealogías, conceptos, metodologías, etc. Para este conocido autor, célebre entre otras razones por su nutrido seminario en el IIS-UNAM desde hace varios años, los ejes principales de la investigación cultural son por una parte la vertiente de las culturas populares (Gramsci, Cirese…). Otra área es el conjunto de estudios sobre las tensiones cultura tradicional y moderna, que incluye lo mismo la ingente labor ensayística de Monsiváis que el trabajo, más antropológico, entre otros, de Lourdes Arizpe, Miguel Alberto Bartolomé, Alicia Mabel Barabás. En cuanto la comunicación, la centralidad del “Programa cultural” de la Universidad de Colima (Jorge González, Jesús Galindo) ha sido un espacio institucional fundamental para el estudio de la relación medios masivos-cultural. De la misma forma hay otro polo antropológico cultural encabezado por el filósofo Néstor García Canclini y su preocupación sobre las tensiones de la tardo-modernidad en nuestras sociedades periféricas. Sumado a este esquema, de suyo amplio y sugerente, se observa cómo se comienza a explorar, la relación entre la cultura y las demás instancias o “campos” del espacio social, como la política, el derecho y la economía, tal como lo muestra, por citar un caso, los estudios de Esteban Krotz sobre la cultura política mexicana y los trabajos críticos de Roger Bartra. Si bien éstos nos son lo únicos, campo ya dejan ver la diversidad y la consistencia que tienen, lo que revela a la cultura como una noción central para la comprensión de cualquier aspecto de la vida social.
Este desarrollo en ascenso de producción se encuentra presente en la preocupación de la Universidad de la Ciudad de México, cuando comienza el diseño de una licenciatura en comunicación y cultura, que recupere una propuesta eminentemente social, crítica, multidisciplinaria que se concrete en un currículo articulado desde estos dos espacios conceptuales como son “comunicación” y “cultura”. El artículo de Karam incluido en este cuaderno da cuenta de ese proceso, de los problemas que el nombre tuvo y algunos de los debates por definir de manera más organizada los vínculos teóricos de estos dos espacios. El lector puede encontrar una perspectiva amplia de varios de los profesores que participan en este número (Rizo, Romeu, Almanza, Karam), todos miembros de la academia de comunicación y cultural en la citada universidad.
De cualquier manera, la finalidad de este cuaderno, más allá de dar cuenta de lo que algunos académicos (tanto de la UACM como fuera de ella) piensa sobre la cultura y la comunicación. Quiere dar a conocer las perspectivas y los trabajos, así como alimentar una reflexión cultura desde el campo académico de la comunicación. En este número encontraremos, aparte del resumen que intenta Karam en algunos debates muy básicos, los trabajos de Rizo y Romeu son originales, en tanto la manera de abordar el núcleo comunicación-cultural como en el desarrollo conceptual implicado.
Rizo expone algunas ideas en torno a la intersubjetividad, para lo cual comienza con señalar algunos de los aportes de la fenomenología en su vertiente sociológica, cuyos máximos representantes son Schütz, Berger y Luckman; después, vincula la teoría de la intersubjetividad con el fenómeno de la comunicación humana (interacción); por último, relaciona la intersubjetividad y la comunicación con la ciudad y los entorno urbanos. La perspectiva teórica resumida por Rizo en su trabajo llama la atención por asombra por su gran relevancia para pensar la cultura y la comunicación; lo cual si bien nadie negaría desde la filosofía y la teoría sociológica, nos parece no ha tenido la centralidad debida en el espacio conceptual de la comunicación.
En el caso de Romeu, encontramos una forma muy sugerente de abordar los estudios de recepción. En su trabajo, la autora hace una revisión de la teoría de los Usos y las Gratificaciones, ubicándola en los tópicos de la investigación sobre los meso-medias, por medio del ajuste de algunos de sus postulados. Partiendo de tres enfoques epistemológicos diferentes: la investigación crítica sobre la comunicación de masas, la estética de la recepción y la tradición de los efectos moderados en las audiencias, Romeo ensaya ofrecer una combinación conceptual coherente para abordar los estudios de recepción de la música; de manera particular, el texto plantea que el acercamiento a la música se hace a través de las articulaciones individuales que cada sujeto hace encajar con sus historias de vida1, que esas articulaciones no son más que respuesta individuales a las interpelaciones socioculturales que lanza la música misma como objeto de cultura, y que en ellas el “deseo” o la “voluntad” tienen un papel importante, construyendo no sólo dichas articulaciones, sino la identidad narrativa de los individuos.
Cabe añadir, al menos desde la tradición teórica de la comunicación, decir “estudios culturales” (o para evitar el equívoco, “estudios sobre la cultura”), la “recepción” ha sido una de las categorías mas centrales (¿la más importante?). De unos años a la fecha este espacio conceptual muestras formas creativas que articulan diversas tradiciones, tanto las cualitativas, como las provenientes del funcionalismo en comunicación (en concreto por la teoría de usos y gratificaciones). Romeu nos ofrece además un objeto nada tradicional para aplicar estas nociones: la estética musical de la nueva trova cubana. Atendemos a un trabajo sugerente, que deja ver las tensiones de su producción, y la calidez de un debate que no oculta las huellas de su proceso.
En el trabajo de Almanza, la autora revisa algunos de los estudios empíricos que se han realizado sobre el consumo cultural, desde ámbitos de investigación académicos y de gobierno, como son las universidades, los centros de investigación y el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, principalmente; compara algunos datos estadísticos que presentan las encuestas seleccionadas y se evalúa las formas como se interpretan tales datos; presenta además observaciones metodológicas respecto al análisis de variables e indicadores. La autora propone pistas metodológicas para el análisis y estudio del consumo cultural que considere el acceso como un elemento significativo para la construcción teórica.
Cinthya Pech, nos hace una aproximación desde la filosofía y los estudios de género, al indagar sobre la poética femenina como una experiencia. Cabes señalar que en las perspectiva culturales de estudio, los temas de géneros en toda su gama y apertura posible, forman un flujo central para pensar, a propósito del género, ciertamente sobre la realidad, representaciones y universos simbólicos del mundo femenino, y también sobre las relaciones de poder que pueblan algunos espacios socio-simbólicos. La autora nos acerca a una cosmovisión sobre la experiencia, pero no en los términos de la sociología fenomenológico, en ese sentido su exploración conceptual puede ofrecer pistas para pensar con nuevas categorías los objetos de estudio que propone. Cabe señalar, que a diferencia de varios de los trabajos aquí incluidos, la autora se acepta en la filosofía y la estética como disciplinas articuladoras de su espacio conceptual; desde ahí se acerca al fenómeno de la poética femenina literaria.
Gabriel Velázquez trabaja una perspectiva sugerente sobre morfogénesis de las identidades sociales vía mecanismos de identificación personal, los recursos de una sociedad globalizada que también lo hace a la hora de nombrar y organizar, de señalar y ubicar, mediante los sistemas de clasificaciones, los códigos y recursos que pueblan cualquier identificación personal.
Jezreel Salazar realiza una reflexión desde los sentidos que una crónica ayuda a vehicular o fragmentar como dispositivo que en los últimos lustros se ha visto idónea para narrar la marginalidad o describir la centralidad. En su texto, el autor habla de cómo la obsesión actual por revisar el pasado se ha acompañado de la crisis en las formas de representación, en los modos de narrar y concebir el relato; asistimos a una reconfiguración de los sistemas textuales de representación, de lo cual la crónica es un actor importante. Es por ello que su debate se inserta de manera nodal para conocer las tensiones de la producción, de sus usuarios y de los modelos para nombrar el mundo y la sociedad.
Guiomar Rovira toma por objeto el levantamiento armado del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) el primero de enero de 1994 en el sudeste de México, para analizar las formas de sus redes de solidaridad; desde ahí, transita para ver al zapatismo como un referente simbólico para una nueva generación de movimientos sociales difíciles de caracterizar, sostenidos en redes, geográficamente dispersos, difusos, multitemáticos, intermitentes y no organizados formalmente; la autora estudia las redes altermundistas que se han formado, sus mecanismos de visibilidad. El estudio de dichas redes permite una aproximación a nuevas formas de acción política sostenidas en estrategias de comunicación transnacionales y a la vez nos obliga a pensar en el papel condensador del indígena como metáfora de la exclusión en tiempos de globalización y símbolo de la resistencia.
Con estos textos, estamos seguros el lector podrá encontrar elementos para reflexionar de una forma no tan estereotipada o común para pensar este binomio comunicación-cultura, el cual deviene en un visor para identificar aspectos que aparecen a la simple mirada dispersos, como integrados; y fenómenos que en su exterioridad o manifestación pública parecen diferente, como similares, dentro de estructuras y preocupaciones socio-culturales que los acercan, aunque se trate de fenómenos estético literarios o socio-políticos, educativos o de comunicación institucional.
Con este número, intitulado de manera provocativa e intencional con el genérico “comunicación y cultura” esperamos ofrecer miradas que permitan impulsar creativa y críticamente la reflexión sobre los contenidos y modos de construcción, sobre sus aplicaciones e implicaciones, y que las cuestiones aquí planteadas no se reduzcan al imperio de la primera lectura, y logren dar paso a otros horizontes de discusión.
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